Viene del miércoles 10/02/21
Los pensamientos se agolpaban en mi mente. Hacía como unas tres semanas que las alarmas no nos avisaban. La última vez que una de ellas sonó se debió al fuerte viento, el cual hizo que uno de los árboles cercanos perdiera una de sus ramas y esta cayera justo encima de la alambrada.
Cuando estaba cerca de terminar los más de cuarenta metros de la valla principal, la que incorporaba, justo en su mitad, la puerta para la entrada y salida de los vehículos, algo llamó mi atención. Un reflejo cegó mis ojos por un momento. Me agaché y busqué refugio tras un árbol cercano, eché cuerpo a tierra y recorrí con ellos el amplio horizonte de bosque y maleza que tenía frente a mí. Hacía más de tres años que no veíamos a nadie. Noté como las pulsaciones de mi corazón se multiplicaban, ¿qué había sido aquello que me deslumbró? ¿Habría alguien más con vida ahí fuera? No podía poner en peligro a mi familia. Pulse el botón del walkie-talkie para hablar con Megan.
-¡Megan, soy yo, contesta! -le dije en voz baja. No obtuve respuesta. -¡Megan, contesta! -insistí.
-Sí, dime Ben -por fin escuché su voz. La informé de lo que acababa de ver y le indiqué que apagara todas las luces de la casa y bajara las persianas. Si había alguien ahí fuera no debía saber que estábamos allí, por lo menos hasta conocer sus intenciones. He de confesar que me hubiese gustado salir al encuentro de quien fuese y abrirle las puertas de nuestra casa, pero después de todo lo que habíamos vivido, era mejor ser prudentes.
Continuará